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Los que se dejan llevar por el Espíritu Santo

Retiro virtual mensual en el Monasterio de San Salvador del Monte Irago (rabanal del Camino. 15 de mayo de 2021.

Horario

10:30: Conexión por ZOOm. Presentación y saludo. Meditación inicial

11:00: Video. Textos para meditar y orar

12:00: Conexión por Zoom para compartir

13:00: Conexión por Zoom para la Oración al Espíritu Santo

Video

Para la Contemplación

Carta a los Romanos. Capítulo 8

Rom8 1 No hay, pues, condena alguna para los que están en Cristo Jesús, 2 pues la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús te ha librado de la ley del pecado y de la muerte. 3 Lo que era imposible a la ley, por cuanto que estaba debilitada a causa de la carne, lo ha hecho Dios: enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y en orden al pecado, condenó el pecado en la carne, 4 para que la justa exigencia de la ley se cumpliera en nosotros, los que actuamos no de acuerdo con la carne, sino de acuerdo con el Espíritu.

La lucha entre la carne y el Espíritu

5 Pues los que viven según la carne desean las cosas de la carne; en cambio, los que viven según el Espíritu, desean las cosas del Espíritu. 6 El deseo de la carne es muerte; en cambio el deseo del Espíritu, vida y paz. 7 Por ello, el deseo de la carne es hostil a Dios, pues no se somete a la ley de Dios; ni puede someterse. 8 Los que están en la carne no pueden agradar a Dios. 9 Pero vosotros no estáis en la carne, sino en el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios habita en vosotros; en cambio, si alguien no posee el Espíritu de Cristo no es de Cristo. 10 Pero si Cristo está en vosotros, el cuerpo está muerto por el pecado, pero el espíritu vive por la justicia. 11 Y si el Espíritu del que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros, el que resucitó de entre los muertos a Cristo Jesús también dará vida a vuestros cuerpos mortales, por el mismo Espíritu que habita en vosotros. 12 Así pues, hermanos, somos deudores, pero no de la carne para vivir según la carne. 13 Pues si vivís según la carne, moriréis; pero si con el Espíritu dais muerte a las obras del cuerpo, viviréis.

El don de la adopción filial

14 Cuantos se dejan llevar por el Espíritu de Dios, esos son hijos de Dios. 15 Pues no habéis recibido un espíritu de esclavitud, para recaer en el temor, sino que habéis recibido un Espíritu de hijos de adopción, en el que clamamos: «¡Abba, Padre!». 16 Ese mismo Espíritu da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios; 17 y, si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo; de modo que, si sufrimos con él, seremos también glorificados con él.

El gemido de la creación y de los creyentes

18 Pues considero que los sufrimientos de ahora no se pueden comparar con la gloria que un día se nos manifestará. 19 Porque la creación, expectante, está aguardando la manifestación de los hijos de Dios; 20 en efecto, la creación fue sometida a la frustración, no por su voluntad, sino por aquel que la sometió, con la esperanza 21 de que la creación misma sería liberada de la esclavitud de la corrupción, para entrar en la gloriosa libertad de los hijos de Dios. 22 Porque sabemos que hasta hoy toda la creación está gimiendo y sufre dolores de parto. 23 Y no solo eso, sino que también nosotros, que poseemos las primicias del Espíritu, gemimos en nuestro interior, aguardando la adopción filial, la redención de nuestro cuerpo. 24 Pues hemos sido salvados en esperanza. Y una esperanza que se ve, no es esperanza; efectivamente, ¿cómo va a esperar uno algo que ve? 25 Pero si esperamos lo que no vemos, aguardamos con perseverancia. 26 Del mismo modo, el Espíritu acude en ayuda de nuestra debilidad, pues nosotros no sabemos pedir como conviene; pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables. 27 Y el que escruta los corazones sabe cuál es el deseo del Espíritu, y que su intercesión por los santos es según Dios. 28 Por otra parte, sabemos que a los que aman a Dios todo les sirve para el bien; a los cuales ha llamado conforme a su designio. 29 Porque a los que había conocido de antemano los predestinó a reproducir la imagen de su Hijo, para que él fuera el primogénito entre muchos hermanos. 30 Y a los que predestinó, los llamó; a los que llamó, los justificó; a los que justificó, los glorificó.

La certeza de la plenitud futura

31 Después de esto, ¿qué diremos? Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros? 32 El que no se reservó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará todo con él? 33 ¿Quién acusará a los elegidos de Dios? Dios es el que justifica. 34 ¿Quién condenará? ¿Acaso Cristo Jesús, que murió, más todavía, resucitó y está a la derecha de Dios y que además intercede por nosotros? 35 ¿Quién nos separará del amor de Cristo?, ¿la tribulación?, ¿la angustia?, ¿la persecución?, ¿el hambre?, ¿la desnudez?, ¿el peligro?, ¿la espada?; 36 como está escrito: Por tu causa nos degüellan cada día, nos tratan como a ovejas de matanza. 37 Pero en todo esto vencemos de sobra gracias a aquel que nos ha amado. 38 Pues estoy convencido de que ni muerte, ni vida, ni ángeles, ni principados, ni presente, ni futuro, ni potencias, 39 ni altura, ni profundidad, ni ninguna otra criatura podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús, nuestro Señor.

San Juan Crisóstomo. Homilía 14 sobre la Carta a los Romanos

Los que se dejan llevar por el Espíritu de Dios, ésos son hijos de Dios. Habéis recibido, no un espíritu de esclavitud, para recaer en el temor, sino un Espíritu de hijos adoptivos, que nos hace gritar: «¡Abba!» (Padre).

Cuán maravilloso sea esto, lo saben muy bien los iniciados, a quienes se les hace decir por primera vez en la oración dominical. Y ¿por qué así?, me dirás. ¿Es que los antepasados no llamaban a Dios «Padre»? ¿No oyes decir a Moisés: ¿Olvidaste al Dios que te dio a luz? Es verdad, y podrían aducirse otros pasajes más; pero nunca les vemos llamar a Dios por este nombre ni invocarle como Padre.

En cambio, a todos nosotros, sacerdotes y fieles, príncipes y súbditos, se nos ordena orar de este modo y esta es la primera palabra que pronunciamos después de aquel maravilloso nacimiento, después del nuevo y estupendo rito de los neófitos. Además, aun cuando ellos en contadas ocasiones le hubieran invocado con este nombre, lo habrían hecho instintivamente, mientras que los que viven en la economía de la gracia, lo sienten Padre movidos por el Espíritu. Pues así como existe el espíritu de sabiduría por el que los ignorantes se convirtieron en sabios, como nos lo demuestra su doctrina, y el espíritu de fortaleza por el que hombres débiles resucitaron a muertos y arrojaron demonios, y el espíritu o don de curar, y el espíritu de profecía y el don de lenguas, así existe también el Espíritu de hijos adoptivos.

Y así como conocemos el espíritu de profecía cuando quien lo posee predice el futuro, diciendo no lo que él piensa, sino lo que la gracia le impulsa a decir, así reconocemos el espíritu de adopción filial cuando el que lo ha recibido, movido por el Espíritu Santo, llama a Dios Padre. Y para demostrar la autenticidad de lo que afirma, el Apóstol echa mano de la lengua hebrea: pues no dice solamente «Padre», sino «Abba, Padre», expresión con que los verdaderos hijos designan a su papá.

Por esta razón, después de haber señalado la diferencia derivada del proyecto de vida, de la gracia recibida y de la libertad, aduce otro testimonio de la excelencia de esta adopción. ¿Cuál? Ese Espíritu –dice– y nuestro espíritu dan un testimonio concorde: que somos hijos de Dios; y, si somos hijos, también herederos. Herederos ¿de quién? Herederos de Dios. Por eso añade: Herederos de Dios. Y no sólo herederos, sino lo que es más admirable todavía: Coherederos con Cristo.

¿Ves cómo se esfuerza por acercarnos a Dios? Y como quiera que no todos los hijos son herederos, precisa que nosotros somos ambas cosas: hijos y herederos. Y como no todos los herederos heredan grandes riquezas, demuestra que incluso esto lo hemos obtenido quienes somos hijos de Dios.

Más aún: como puede ocurrir que uno sea heredero de Dios, pero no precisamente coheredero del Unigénito, insiste en que nosotros hemos logrado también esto. Ahora bien: si ser hijo es de suyo una gracia inefable, piensa lo maravilloso que es ser heredero. Y si esto es ya extraordinario, mucho más lo es ser también coheredero.

Y luego de haber demostrado que no es sólo don de la gracia, sintonizando la fe con sus afirmaciones, añade: Ya que sufrimos con él para ser también con él glorificados. Si compartimos sus padecimientos, mucho más compartiremos sus premios. El que fue tan pródigo en dones con quienes todavía nada bueno habían hecho, cuando vea las fatigas y los padecimientos que hemos soportado, ¿cómo no va a colmarnos con mayor abundancia de bienes?

Para la Oración

Costes

Retiros en el Camino no tiene coste alguno; están abiertos a todo el que quiera participar. Pero, si lo desea, puede enviar un donativo que contribuya a mantener el proyecto y ayudar a nuestra comunidad en su vida monástica y en su misión

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