TANZANIA
ABADÍA DE MVIMWA
Nuestra abadía fue fundada en 1979 por los monjes de la Abadía de Hanga. La comunidad se compone de 102 miembros, incluyendo los postulantes y los novicios. Tenemos tres casas anexas donde los monjes viven y sirven a Dios a través de diversas actividades pastorales y sociales. En general llevamos una vida monástica y materializamos el Evangelio de Jesús mediante la oración y el trabajo. Como gesto de cercanía, ofrecemos servicios sociales en el campo de la sanidad, la educación y otras infraestructuras vitales. Además de los servicios pastorales en las parroquias y en el centro de peregrinación de Pugu-Dar es Salaam, tenemos un apostolado especial para mujeres y niños vulnerables de los pueblos próximos a la abadía.
Al margen de otros proyectos económicos para sostener el monasterio y nuestro apostolado, en estos tiempos estamos incorporando algunas nuevas formas de evangelización. Retransmitimos la Liturgia de las Horas, principalmente el canto de vísperas, a través de Radio María. Este es un apostolado muy destacable y muy valorado. En este momento estamos iniciando un santuario mariano en la Abadía de Mvimwa. Servirá como centro de peregrinación al que la gente podrá acudir desde distintos lugares del país para diversos servicios espirituales. Actualmente nuestra misión es acercar la iglesia a la gente y acercar a la gente a la iglesia. Para lograrlo, necesitamos diversas infraestructuras espirituales. Dichas infraestructuras harán más fácil nuestra cercanía como benedictinos misioneros. Únanse a nosotros en la medida en que puedan.
Nos dedicamos a la forestación como parte de nuestra respuesta a Laudato Si. Involucramos a gente del entorno de la abadía en este gran proyecto presentándoles el asunto de la protección medioambiental. La respuesta a este proyecto ha sido sobresaliente. La quema de bosques se ha reducido considerablemente y algunos particulares y algunas familias han comenzado a plantar árboles como respuesta a la deforestación, pero también como una inversión para el futuro. La protección medioambiental es un proyecto en marcha que necesita ampliarse de manera multiforme.
REFLEXIÓN
16 AGOSTO
Veo la meta
Abbot Pambo Mkorwe
En 2014, siendo estudiante en Roma, tuve la bendición de oír hablar y conocer por primera vez el Camino de Santiago de Compostela. Durante mis vacaciones programé ver y visitar la prestigiosa realidad del célebre Camino. De camino a Madrid programé visitar al padre Walter Jukowil, un antiguo misionero, que estaba enfermo en Trier, Alemania. Reservé el consabido vuelo barato de la compañía Vueling con tres escalas distintas y largas horas de espera. Lamentablemente, en el cambio de vuelos en Barcelona se extravió mi equipaje. Solo tenía conmigo el portátil, el pasaporte, los billetes y un libro. Fue mi primera experiencia seria de pérdida de equipaje. Me quedé como estaba: desamparado.
Al llegar a Trier, le conté mi infortunio al padre Walter Jukowil. Generosamente me dio algunas de sus camisas y me acompañó al supermercado para comprar todo lo necesario. Conocí y aprecié la bondad y generosidad de este anciano misionero y de los Padres Blancos de Trier. Era un infortunio. Pero aprendí algo sobre el alcance de mi infortunio. A veces, estas cosas nos suceden para que sepamos que nos necesitamos unos a otros. A veces, los infortunios se nos presentan por el camino para enseñarnos a ser humildes.
Después de tres días en Trier proseguí hasta Rabanal del Camino, vía Madrid. Intenté localizar mi equipaje de todas las maneras posibles, pero todo fue en vano. La compañía parecía muy reticente. Recibí muchas palabras prometedoras de oficiales de la aerolínea que se tradujeron en nada. Sí, aprendí que en la vida no es necesario que todo el mundo se ocupe de nuestros problemas. Cree en Dios, cree en ti mismo, sostente sobre tus propios pies y valora sobremanera a aquellos que te ayudan de algún modo. Hay personas y acontecimientos que se nos presentan en el camino solo para hacernos más fuertes. Hay personas y acontecimientos puestos en nuestro camino para mostrarnos el amor de Dios. En mi pérdida había una meta.
El viaje en autobús de Madrid a Astorga, de noche, fue una experiencia muy especial. De Astorga fui a pie hasta Rabanal, siguiendo las indicaciones. Me hice el propósito de no preguntar a nadie y limitarme a seguir las señales visibles. Llegué por fin a Rabanal, al Monasterio del Monte Irago. Me encontré con el Padre Pius OSB que me dio la bienvenida con unas palabras en suajili y me dispensó las mejores muestras de hospitalidad. El sentimiento que me invadió alivió mi cansancio y apaciguó mi congoja por la pérdida del equipaje. Me mostró mi habitación e hicimos un tour del pequeño monasterio. Y entonces, él mismo, un anciano sacerdote benedictino y misionero en África oriental entró en la cocina y me preparó una comida deliciosa. Todo esto traspasó mi mente. Me sentía bien y casi olvidé el sufrimiento de la pérdida. De este hecho aprendí que, pese a las tribulaciones de la vida, Dios dispone personas en nuestro camino para aliviar nuestro sufrimiento, eliminar nuestras preocupaciones, alentarnos y mostrarnos el camino que lleva a la meta.
Cualquier cosa que te suceda a título personal tiene un propósito. Continúa. Mira hacia dónde vas y sigue en esa dirección. Alcanzarás la meta.
La estancia de cuatro semanas en el pequeño Monasterio Benedictino del Monte Irago fue uno de los momentos más preciados de mi vida, incluidos los dos sacerdotes que vivían y rescataban a los peregrinos. Fascinante. El volumen de cooperación, la dedicación inmerecida al servicio de los peregrinos, el trabajo duro e incansable para cumplir con la misión y meta del monasterio eran sencillamente extraordinarios. Eran dos, y solo dos. Pero sacaban adelante todo el trabajo necesario: la liturgia monástica, la cocina, la limpieza, la atención pastoral en las parroquias cercanas, la administración del pequeño monasterio, etc.
Los voluntarios venían de tierras lejanas simplemente para echar una mano en el monasterio. Algunos utilizaban su tiempo de vacaciones, e incluso sus recursos económicos y otros bienes materiales, para respaldar la misión. Mientras, ¡ay de mí!, me afligía y armaba ruido por la pérdida de una única maleta, otros utilizaban buena parte de sus ahorros para servir a otros y, aun así, estaban más felices y más sanos. En Rabanal recibí una lección de vida y creo que esa era la meta.
Por encima de todo, a raíz de conversar con peregrinos de distintas nacionalidades, de orígenes diversos y con motivaciones distintas para el Camino, comprendí que en la vida espiritual hay espiritualidades diversas. Unos pelean mucho en su búsqueda de Dios hasta que lo encuentran. Pero, ¡qué suerte la mía!: nunca tuve que pelear por mi fe. Nací y crecí en la fe católica, de una manera tranquila, mientras que otros se pasan toda la vida buscando con sufrimiento y lágrimas.
Ahora que lidero una gran comunidad, miro hacia atrás y veo que el Señor vino en ayuda de mi brazo y me condujo por montes y valles de suerte que pudiese aprender algo para mí mismo y para otros. Me valgo hasta de las experiencias más dolorosas para alentar a otros a seguir adelante. Utilizo mis propias experiencias para mostrar a otros el camino que conduce a la meta.
Lo que se nos presenta por el camino tiene un propósito. Limítate a mantener la calma y escucha atentamente lo que Dios quiere decirte a través de los acontecimientos del camino. Pide la gracia de la serenidad y la docilidad a la voluntad de Dios. En todo veo la meta.
Terminemos esta reflexión leyendo un pasaje bíblico del libro del Eclesiástico, capítulo 2, 1-6. Así dice la palabra de Dios:
Hijo, si te acercas a servir al Señor, prepárate para la prueba. Endereza tu corazón, mantente firme, y no te angusties en tiempo de adversidad. Pégate a él y no te separes, para que seas exaltado en tu final. Todo lo que te sobrevenga, acéptalo, y sé paciente en las humillaciones, porque el oro se purifica en el fuego, y los que agradan a Dios, en el horno de la humillación. Confía en él, y él te ayudará; endereza tus caminos y espera en él.
Sigue adelante y alcanzarás la meta.
ORACIÓN
Oh, Dios misericordioso, que peregrinaste con la nación elegida hasta la tierra prometida, escucha benévolamente nuestra oración. Tú protegiste a tu pueblo y lo guiaste hasta la meta. Permanece con nosotros ahora y siempre. Que las tribulaciones del momento presente no nos aparten nunca de los senderos justos. Danos sabiduría para discernir la verdad que nos ayude a persistir en la buena dirección; y la valentía para abrazar la verdad que nos lleve a la meta. Elevamos esta oración por Cristo nuestro Señor.
Gracias a todos vosotros por poneros en Camino; gracias también por ser parte de este pequeño proyecto; gracias por vuestra oración, por vuestra ayuda y por vuestra compañía
Con tu ayuda contribuirás con bolsas de comida, material sanitario, suministro de agua, kits de limpieza…
HASTA LA SEMANA QUE VIENE!