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Camino online VIII

FILIPINAS

MONASTERIO DE SAN BENITO

Nuestra Comunidad Benedictina de Digos fue fundada en 1983 por 5 misioneros benedictinos pertenecientes a la Congregación Benedictina de Santa Otilia. El objetivo primordial de la fundación fue responder al requerimiento del fallecido obispo Gene Camina: contar con una espiritualidad benedictina en la diócesis; y que la presencia de los monjes benedictinos sirviese como manantial de agua espiritual que saciase el alma sedienta de los fieles, especialmente de la generación joven. En verdad, con el tiempo y por la gracia de Dios, este deseo se vio cumplido. Se edificó una casa de retiro para satisfacer las necesidades de alumnos de Bachillerato y Universidad que cubre 4 o 5 diócesis. Debido a la demanda, se edificó otra ala modernizada para atender a todos los ámbitos sociales.

En la actualidad el monasterio cuenta con 22 monjes: 4 están en misiones (1 África, 2 Cuba, 1 Alemania). El resto continúa en el monasterio procurando vivir los ideales de San Benito -ORA ET LABORA. El reciente virus Covid-19 ha trastocado ligeramente nuestra rutina del ‘aquí y ahora’. Todavía nos anclamos en el ORA como prioridad e incluso hemos incrementado los momentos de oración en solidaridad con lo que está acaeciendo a nuestro alrededor y en todo el universo.

Ciertamente, en esta fase de la vida de nueva normalidad, nosotros, monjes de hoy, sentimos el desafío de aferrarnos a los valores monásticos a la vez que nos adecuamos a los imperativos del ‘aquí y ahora’. Al habernos adaptado a la posibilidad de la transmisión en directo (live streaming), tenemos la capacidad de llegar a gente fuera del recinto del monasterio e incluso más allá de nuestra diócesis a la vez que permanecemos enraizados en las virtudes monásticas dentro de la clausura.

Dado que nuestro monasterio está situado en una ruta muy transitada, vislumbramos la posibilidad de establecer un lugar digno -un alto en el camino- donde los viajeros puedan encontrar solaz. Un proyecto para contrarrestar el estilo de vida a la carrera, como ratas de laboratorio, de la sociedad actual; y restituir la vida monástica a la corriente de vida del mundo de hoy. ¡Sí, una aventura idílica! Sólo estamos a la espera del momento oportuno.

REFLEXIÓN

19 JUNIO

Encontrarme con mi yo más profundo

Elena Acín




En Agosto del 2010 hice por primera vez el camino de Santiago: unas semanas antes había tomado una decisión crucial en mi vida, certera y al mismo tiempo muy dolorosa y sin saber cómo me encontré en mis manos con un libro de oración con la foto del Apóstol Santiago en la portada y decidí hacer el camino. (aun lo guardo, es este). El lugar de partida lo decidí enseguida, la casa donde nací y viví con mi familia mis primeros años de vida, en Valcarlos, pueblo fronterizo con Francia, en el Valle de la Chanson de Roland, muy cerca de Roncesvalles. Esperaba encontrar en el camino la pregunta sobre mi yo más profundo y la encontré al final del Camino. 

Siempre me ha llamado la atención el sombrero del Apóstol Santiago, con la aleta de delante levantada y la de atrás bajada, la razón, que quizás muchos ya sabréis, es porque en el Camino, andamos hacia el Oeste y el sol, en la mañana, cuando es más habitual andar, está siempre a nuestra espalda. Siempre durante todo el camino andamos con nuestra sombra delante y esa imagen, recoge bien las respuestas parciales que iba encontrando en el camino a mi pregunta sobre mi yo más profundo: Sí somos nosotros, pero aún no totalmente nosotros….es un camino que hay que recorrer y acoger, con toda su belleza. Cuando llegué a Santiago, y viví la tradición de visitar el sepulcro del Santo, viví una decepción muy grande y me reproché el haber decidido vivir el Camino como metáfora de mi vida, porque si acogía con honestidad lo que el Camino me ofrecía como respuesta, el final de mi vida era el sepulcro. Por la noche fui al encuentro de peregrinos en la catedral y al terminar, el sacerdote, sin yo saber por qué me dijo: ”el final del camino es el Pórtico de la Gloria”, yo no lo había visitado, ni tenía noción de él. 

Al día siguiente fui al pórtico y vi la imagen de Jesús con un rostro lleno de paz, con las marcas de la pasión en las manos y en el costado y bendiciendo. Me emocioné, sentí que toda mi historia con todas sus heridas era bendecida y que en esa luz podía acoger toda mi vida. Y en las arquivoltas, instrumentistas afinando sus instrumentos, preparados para tocar cuando yo atravesase el umbral.  Para entrar en el Pórtico de la Gloria hay que mirar al Este, directamente al Sol, un giro de 180º de la orientación hacia el Oeste que viví durante todo el Camino, el cuerpo no proyecta ya ninguna sombra. Creo que estas palabras del Apóstol San Pablo resumen bien mi experiencia: “Ahora vemos en un espejo, en enigma. Entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de un modo parcial, pero entonces conoceré como soy conocido” (San Pablo, 1ª Carta a los Corintios 13,12). 

Diez años más tarde, en el 2020 con el confinamiento por el Covid 19, me encontré de nuevo con el apóstol Santiago. Coloqué mi mesa de trabajo frente a una ventana, y ese espacio enmarcado de paisaje, lo he mapeado palmo a palmo y descubrí que, sobre la barandilla de la terraza exterior que bordea la cúpula de la catedral de la Almudena de Madrid, hay 12 esculturas de los apóstoles y… Santiago es el que está orientado hacia mi ventana! ¡Llevo más de tres años viviendo en esta casa y no lo había visto!  Lo viví como una llamada a peregrinar y revivir mi camino del 2010.  En Madrid, el momento álgido del Covid ha “coincidido” con el tiempo de celebración de la Semana Santa y esta vez mis “etapas” del Camino han sido las etapas de la peregrinación de Jesús en su Pascua, que tampoco termina en el sepulcro sino en la Gloria. Esta nueva peregrinación hace eco a la de 2010: el contexto ha sido muy distinto y sin embargo ha sido la misma dinámica interna de peregrinación:  acoger las sombras que nos preparan para el encuentro con la Luz. 

«Al hombre que sufre, Dios no le da un razonamiento que explique todo, sino que le responde con una presencia que le acompaña, con una historia de bien que se une a toda historia de sufrimiento para abrir en ella un resquicio de luz». (Papa Francisco, Lumen Fidei, 57)

ORACIÓN

Padre celestial, concédenos darte siempre gracias por la luz de la revelación que nos trajo tu Hijo Jesús, y a la que han dado continuidad sus apóstoles y los santos en épocas pasadas a través de sus oraciones, porque ellas nos han enriquecido en sabiduría y amor. Por Cristo nuestro Señor. Amén. 

Gracias a todos vosotros por poneros en Camino; gracias también por ser parte de este pequeño proyecto; gracias por vuestra oración, por vuestra ayuda y por vuestra compañía.

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