ALEMANIA
ARCHIABADÍA DE SANTA OTILIA
La Archiabadia de Santa Otilia es un «pueblo monasterio» con iglesia, muchos talleres diversos y hermosas instalaciones al aire libre. La iglesia del monasterio, consagrada al Sagrado Corazón de Jesús, constituye nuestro centro. En ella la comunidad monástica de casi cien monjes se congrega cinco veces al día para adorar a Dios. Santa Otilia es el origen de los Benedictinos Misioneros y fue fundada en 1887. Desde aquí han sido enviados muchos de nuestros hermanos por todo el mundo para anunciar el mensaje liberador del Evangelio.
«Los monjes deben vivir del trabajo de sus manos», escribe San Benito en su Regla. Así pues, nuestros hermanos trabajan en la agricultura, en la tienda de la granja y en diversos talleres de madera, forja, carpintería…
Mención aparte merece el trabajo en la casa de retiro y en la casa de huéspedes, el colegio, la imprenta y la tienda del monasterio. Todas estas actividades son expresión de esa misión al servicio de la proclamación del Reino. La construcción de un nuevo colegio es actualmente uno de nuestros retos.
Nuestra abadía ha deseado siempre recorrer el camino de la fe, de manera especial con los jóvenes. Mientras tanto se ha concluido la restauración de la torre de la iglesia, y las nueve campanas invitan alternadamente a rezar. El Concilio Vaticano II nos lo recordó: «Levantemos nuestros corazones». Y la asamblea responde: «Lo tenemos levantados hacia el Señor». La torre de la iglesia de Santa Otilia, en cuya aguja figura un corazón, nos quiere recordar esto todos los días.
REFLEXIÓN
28 JUNIO
Fui forastero y me hospedastéis
P. Pius Mühlbacher, osb
Un año, cuando todavía vivía en Uganda, quise dedicar las fiestas locales a hacer un tour de dos semanas en motocicleta y atravesar el oeste del país que todavía no había visto. Conocedor de la magnífica hospitalidad de los sacerdotes ugandases, había planeado hacer noche principalmente en las casas parroquiales. Por supuesto, cuando montas una motocicleta todo terreno un día entero y, además, pasas la mayor parte del tiempo por carreteras en mal estado, todavía sin asfaltar, terminas todo polvoriento y cansado, cuando no agotado. Y en esas condiciones te acercas sin más a la casa parroquial, llamas al timbre y preguntas si puedes quedarte a dormir. La única recomendación es el nombre con que presentarte al portero: «Soy el padre Pius del Monasterio de Tororo y estoy recorriendo durante mis vacaciones el oeste de Uganda».
Sin duda mi piel blanca avalaba de alguna manera la veracidad de esta breve presentación. Pero esas pocas palabras eran suficientes para que el portero te dejase entrar y te ofreciese agua conque lavarte las manos y una ducha de cubo para refrescarte y hacerte sentir mejor. Esto podía suceder incluso cuando el párroco no había regresado todavia de su propio viaje o excursión pastoral por la parroquia. No se podía hacer una reserva, en el país todavía no había moviles, y nadie te pedía un documento que demostrase que eras misionero benedictino y sacerdote de la diócesis de Tororo. Una y otra vez pensé que en Alemania sería imposible presentarse así: llamando por la tarde a la puerta de la casa parroquial, sin previo aviso ni reserva, es más, cubierto de polvo y sudor, y ser cordialmente recibido; te ofrecen una ducha en consonancia con sus recursos y alojamiento en régimen de pensión completa. Esto es verdadera hospitalidad, pone completamente en práctica el Evangelio: «Fui extranjero y me acogisteis».
La hospitalidad no calcula la recompensa o el reconocimiento. Sencillamente percibe lo que necesita el forastero y actúa ofreciendo lo necesario en ese momento: puede ser una ducha, comida y alojamiento. Puede ser una sonrisa afable; estás saludando a un extraño o escuchando pacientemente su conversación. En el camino, con tantos peregrinos que van de albergue en albergue cada día, puede ser necesario que se despojen de todo, ofrecerles una ducha caliente y tratar todas sus pertenencias contra los chinches para aliviar su mal y liberarlos de plagas no deseadas. La hospitalidad también consiste en encontrar una solución cuando se nos acerca alguno a última hora de la tarde solicitando donde dormir, pero sin pagar. Hasta puede que nos resulte disuasoria la nube de hedor que se cierne sobre nuestro querido visitante, que no ha podido ducharse desde hace días y ha tenido que pasar la noche al raso. No rehuir semejante «presentación personal» y ayudar al forastero a conseguir lo que es más urgente para tratar humanamente esta situación particular, esto es hospitalidad y verdadera caridad. El único criterio es lo que el forastero necesita en ese momento para sentirse acogido, aliviado y tratado como un ser humano cuya dignidad personal es respetada. Cuando se actúa en consecuencia, se le ofrece a él o a ella, conviertes al forastero en tu invitado. La hospitalidad es una virtud activa que precisa que yo actúe por amor.
El ejemplo más llamativo de la Biblia es ciertamente la historia del buen samaritano que, yendo de viaje, encuentra al borde del camino a un hombre al que han asaltado y dejado medio muerto de dolor, y él se ocupa activamente del forastero, le ofrece los primeros auxilios y lo lleva consigo con sus propios medios a una posada y le ruega al posadero que lo atienda y le paga por los cuidados debidos. Esta historia ofrece una visión reveladora de la naturaleza humana. Nos sentimos inclinados a dar por buena a «nuestra gente» y, por mala, a los de otra raza o nacionalidad o lengua -desde luego no son tan fiables como «mi gente» que habla mi idioma y sigue las tradiciones de mi tribu o nación. La peregrinación a Santiago de Compostela brinda muchas oportunidades para eliminar este arraigado prejuicio que llevamos en el subconsciente, cual pesada carga en la mochila, a lo largo de nuestra vida. Puede que también descubramos cuán engreídos estamos por nuestro trabajo, nuestra tarea o nuestra «dignidad» respecto del cometido que la sociedad nos ha confiado. No somos muy distintos del sacerdote o del levita que vieron al borde del camino a la víctima asaltada por los bandidos y dieron un rodeo porque no tenían tiempo o tenían asuntos más urgentes que atender.
ORACIÓN
Haz que nuestros corazones
sean moldeados por el corazón de tu Hijo.
Despierta en nosotros el poder del amor
para llegar a ser semejantes a él. Amén.
Wolfgang Öxler OSB, Archiabad
Gracias a todos vosotros por poneros en Camino; gracias también por ser parte de este pequeño proyecto; gracias por vuestra oración, por vuestra ayuda y por vuestra compañía.
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Hasta la semana que viene!