INDIA
MONASTERIO DE SAN MIGUEL
El Priorato Benedictino de San Miguel pertenece a los Benedictinos Misioneros de Santa Otilia, derramamos la luz del Evangelio en Kumily, Kerala, India, desde 1990. Nuestro monasterio debe su existencia a un sacerdote secular indio, el reverendo padre Zacharias Kuruppacheril.
Somos la primera comunidad oriental de nuestra congregación. En este corto periodo de tiempo hemos crecido en muchas vocaciones. En la comunidad hay nueve monjes con los votos solemnes, seis con los votos simples, uno en el noviciado y dos postulantes. La comunidad tiene su nueva fundación en la zona norte de Kerala.
En 1983, dada la difícil situación de tantos huérfanos y niños pobres, construimos un hogar para ellos llamado “Don Bosco Bhavan” con ánimo de proporcionarles una infancia digna. Más de 1000 estudiantes llevan una vida estable por mediación nuestra. En la actualidad tenemos 12 internos. Con miras a contribuir al desarrollo integral y holístico de los muchachos, organizamos regularmente charlas de desarrollo de la personalidad, orientación (counselling), acampadas, competiciones artísticas y deportivas y picnics.
La comunidad inició un centro de retiro en 1994, el primer centro de retiro en nuestro distrito, marcado por los suicidios, las familias rotas, los divorcios y la adicción a las drogas. El SMRC (Centro de Retiro de San Miguel) se consagró a dar retiros en las lenguas Malayalam y Tamil, brindando orientación y dirección espiritual.
También llevamos un centro espiritual para sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos que desean tener su retiro de silencio anual y más espacio para retiros personales.
Potencial
Retos para el futuro
Dificultades y proyectos
Estuvimos bajo confinamiento desde el 23 de marzo hasta el 3 de mayo, así que tuvimos que cancelar los retiros públicos y las misas con feligreses.
REFLEXIÓN
El trabajo de hospitalero al cuidado de los peregrinos en el Camino Francés es una experiencia como ninguna otra. Puede ser fascinante, frustrante, divertida, pero nunca me ha resultado aburrida. La idea misma de recibir cada día a unos cuarenta desconocidos y de hacer sentir a cada uno, personalmente, que se le da la bienvenida es un reto abrumador, especialmente cuando caes en la cuenta de que a las ocho de la mañana del día siguiente habrán abandonado el confort y la seguridad del albergue para proseguir su camino. A pesar de ello, el hospitalero tiene el privilegio de conocer a algunas personas extraordinarias y, quizás, de aprender algo de sus historias.
Durante el curso de formación para hospitaleros uno de los puntos clave que se subrayan es evitar hacer juicios o suposiciones sobre las personas. Debo confesar que en esto he fallado muchas veces y juzgado mal a algunas personas por todas las razones equivocadas, tales como la ropa que llevan. Recuerdo a un joven peregrino que llegó a última hora de la tarde calzado con unas chanclas y poner en cuestión si era verdaderamente un peregrino antes de admitirlo finalmente en el albergue, momento en el que comprendí que algunos de los otros peregrinos lo conocían y que, sí, efectivamente caminaba ¡en chanclas!
Una tarde llego un americano alto, silencioso, y se registró. Después de la habitual rutina de ducharse, lavar la ropa y comer, se puso a leer un libro y, en el curso de la tarde, tras un intercambio de sonrisas, entablamos conversación. Supe que era médico, trabajaba con víctimas de VIH en Botswana, acababa de finalizar un contrato por tres años y se había tomado un descanso para hacer el camino. Le pregunté qué planes tenía para el futuro, titubeó y me dijo quedamente que estaba decidido a regresar por otros tres años. Lo que me sorprendió fue que, si no hubiésemos hablado, no habría sabido nada de este hombre y de su vida entregada a ayudar a desconocidos en una tierra extranjera.
Es fascinante observar las diferencias culturales de personas de tantos países que caminan como peregrinos. Recuerdo una tarde sentado con un grupo numeroso de peregrinos que se habían congregado para descansar y charlar tomando una taza de té. Una pareja de italianos jóvenes se ofreció a preparar una cena para quien quisiese sumarse. Más tarde, la cocina se llenó de gente que degustaba una gran fuente de pasta y unas cuantas botellas de vino. La alegría de pasar un rato juntos era evidente y hubo mucha carcajada y mucha cháchara mientras los peregrinos compartían historias y disfrutaban de la compañía mutua.
De alguna manera, los encuentros con desconocidos en el camino pueden ser muy intensos y afectarnos profundamente. Es como si, al cerrar la puerta de casa y partir, abriéramos nuestro ser interior al mundo en derredor y comenzáramos a ver las cosas de una manera fresca y vívida. Como si encontrarnos con gente que no conocemos nos ayudase a vernos a una nueva luz, algo que nuestra mundana vida cotidiana hace acaso más difícil.
Una tarde, dos hombres iban de camino cuando se les acercó un tercero que se puso a conversar con ellos. En un momento dado, llegaron a una posada donde pensaban quedarse y el forastero hizo ademán de continuar, pero como anochecía le insistieron para que compartiese la cena con ellos. Durante la misma, el forastero bendijo el pan y el vino que compartían. De repente los dos amigos lo reconocieron, pero demasiado tarde porque había desaparecido. “¿No ardía acaso nuestro corazón en nuestro interior mientras nos hablaba?”, dijo uno de ellos y, pese a que era tarde, decidieron regresar a Jerusalén para contar este evento extraordinario a sus amigos.
Es fascinante ver que Jesús eligió encontrarse con los dos discípulos cuando iban de camino y compartir la cena con ellos incluso si no lo habían reconocido. Quizás esto nos ayude a comprender que el camino puede ser, en cierto modo, una manera de atisbar nuestra propia naturaleza divina y que en ocasiones se refleja en los desconocidos que nos encontramos por el camino.
Al regreso muchos peregrinos experimentan dificultad en mantener viva esta capacidad de asombro al estar sometidos al flagelo de la vida diaria del siglo veintiuno y la presión implacable de las noticias, los medios y la comunicación instantánea. Si contemplamos cada día de nuestra vida como un peregrinaje, podemos confiar en mantener este sentido de ‘el Otro’ como parte de nuestra existencia. Necesitamos escuchar y observar lo que sucede a nuestro alrededor y responder con prontitud a las personas que encontramos y a las maravillas de la creación que nos rodea como si “nuestros corazones ardieran en nuestro interior”. De este modo, el otro y el Otro se tornan uno.
ORACIÓN
Dios todopoderoso, mira con misericordia a tus hijos. Te damos gracias por todas tus bendiciones y dones. En medio de la crisis del Covid-19, de la enfermedad y de las penalidades, sabemos que estás con nosotros. Vivimos con la esperanza de que Tú siempre nos guardas y proteges en el camino de la vida y de que superaremos los desafíos. Te rogamos que nos ayudes y bendigas. Elevamos esta oración por Cristo nuestro Señor. Amén.
Gracias a todos vosotros por poneros en Camino; gracias también por ser parte de este pequeño proyecto; gracias por vuestra oración, por vuestra ayuda y por vuestra compañía.
Con tu ayuda contribuirás con bolsas de comida, material sanitario, suministro de agua, kits de limpieza…
Hasta la semana que viene!